
LA
CHIFICHA

Don Luis, un señor viudo quien tenía dos hijos Anita y José, contrajo matrimonio con una señora fuerte de carácter. Aquella mujer no quería a sus hijastros, todos los días peleaba con su marido y gritaba a los niños. Ellos no salían mucho de sus cuartos porque temían que esa señora les pegara.
Un día Juana habló con Luis y le puso a escoger entre el amor de ella, o el de sus hijos convenciéndole que dejara a sus hijos en un bosque. Él estaba locamente enamorado, que accedió a su propuesta y una tarde tomó a sus dos pequeños diciéndoles que irían de paseo por el bosque. La tristeza y las lágrimas se reflejaban en su rostro, Anita alzó la mirada hacia su padre y le dijo que no debía estar triste que debía estar feliz porque pasaría una tarde bonita junto a ellos.
A pocos pasos, él se detuvo, sentó a sus hijos en una roca a cada uno y les pidió que lo esperaran ahí, que iría en busca de leña para encender una fogata porque la noche iba a llegar pronto y que quería darles abrigo, con nostalgia soltó las manos de sus hijitos y corrió sin regresar a ver hacia su casa. Al llegar no paraba de llorar y la esposa le dio consuelo expresándole que todo es por rescatar su relación. Por otra parte, los niños temblando esperaron por dos largas horas a su padre quién no iba a llegar.
José, se imaginó que tal vez algo malo le sucedió a su padre y que debían irlo a buscar, cogieron unas piedritas y pidió a su hermana que fuese detrás de él sin perderse y cada piedrita iban dejando por donde caminaban pero tras largos minutos de caminar las piedras se terminaron, la poca esperanza de encontrar a su padre se vio reflejada en sus caras se encontraban cansados y rendidos, tenían mucho miedo porque estaba todo oscuro y en medio del bosque se escuchaban ruidos.
El niño decidió que sería peligroso estar en el suelo por lo que decidieron subirse a un árbol y esperar allí. En el árbol la niña miró una luz a lo lejos y le dijo a su hermano que debía ir hasta allá, tal vez sea una casa y podrían pedir ayuda. Rápidamente se dirigieron a la luz y llegaron a una casa muy vieja de tablas. Tocaron la puerta pidiendo ayuda y una viejita salió, ellos le contaron lo ocurrido y enseguida ella les hizo pasar les preparó algo para comer y los acostó abrigándoles con unas mantas calientes, les murmuró que al amanecer pediría ayuda para encontrar a su padre.
Los niños convencidos de la amabilidad de la señora se quedaron tranquilos.
Al siguiente día, la señora les comentó que tenía algunas cosas por hacer, como arreglar la casa y preparar el almuerzo y les prometió que más tarde iría en busca de su padre. Minutos después mientras José se bañaba escuchó entrar a alguien al baño, con jabón en sus ojos que apenas alcanzaba abrirlos, se asustó y fue cuando la vieja se abalanzó a él y empezó a comerlo, la niña desde afuera alcanzó a escuchar los gritos a su hermano. Rápidamente fue al baño y de golpe se detuvo y miró a la señora en la puerta llena de sangre en su cabello y en el piso estaba tirada la camiseta de su hermanito. Además observó que detrás de ella se encontraba un espejo viejo en donde se reflejaba que la vieja tenía en la parte del cuello una boca con dientes enormes, la niña desesperada salió corriendo hacia el bosque y gritó por ayuda. A lo lejos unos señores lograron escucharla y fueron hacia ella. La pequeña llorando les contó lo que esa señora tenía en su cuello y lo que le había hecho a su hermano.
Está familia espero que cayera la noche y mientras esta vieja dormía, todos junto con algunos vecinos pusieron leña alrededor y quemaron la casa y con ella dentro.
Fuente: Sofía Loza